David Hockney (Bradford, Inglaterra, 1937) ha recuperado el espíritu de los impresionistas en versión 2.0. Sale al campo a pintar plein air y después dibuja en su iPad de tapas rojas. Lleva cinco años trabajando con pasión desmedida paisajes, bosques, senderos abrumados de vegetación. Y en todo ello ve un punto de radicalidad. La radicalidad de la pintura sin aditivos. Igual sobre tela que en la pantalla táctil de su juguete nuevo.
Después de exhibir sus últimas obras en la Royal Academy de Londres, el Guggenheim de Bilbao acoge hasta el próximo 30 de septiembre una amplia exposición patrocinada por Iberdrola, Una visión más amplia, que reúne 150 trabajos del artista, uno de los nombres principales de la aventura pop. Irónico, fumador sin tregua, rápido y sordo, Hockney irrumpe en la terraza del museo sobre el bastón fino y bajo una gorrilla blanca de churrero con dos tiznes de pintura. Vital, elegante.
Pregunta.- A una cierta edad muchos artistas desaceleran, pero usted ha apostado ahora por la intensidad...
Respuesta.- Es que no me he retirado. No me siento tan mayor. Hago lo que sé hacer, trabajar con entusiasmo.
P.- Aquí aparece más desnudo y más complejo.
R.- Soy consciente de que muchos piensan que ya no se puede avanzar más en la pintura de paisaje, y ése fue uno de los motivos para que me lanzase a esta aventura. Por supuesto que se puede aún decir mucho con un paisaje. Es una forma de ver, de observar... La exposición fue creciendo poco a poco, porque cuando la Royal Academy de Londres me pidió que hiciese esta muestra muchas de la obras no existían. Yo no quería hacer una retrospectiva, pero también sentí cierto vértigo al ver la cantidad de espacio expositivo que tenía disponible... Era un reto. Y una responsabilidad, pues a no muchos artistas de mi edad se le sofrece una oportunidad así.
P.- Con esta apuesta da un paso atrás, a la tradición, y otro hacia adelante con el uso de la tecnología para desarrollar algunas de estas obras.
R.- Hay un intento de romper fronteras temporales y tratar algo tan clásico como el paisaje rompiendo las fronteras temporales, el canon. Además, la tecnología, desde el siglo XV, siempre ha incidido en la creación de imágenes. Ahora estoy planeando desarrollar una historia de la pintura desde el uso de las herramientas tecnológicas de cada momento. Desde las primeras lentes a la fotografía o la televisión. A mí me gusta pensar que también dibujo con las cámaras que utilizo.
P.- ¿En lo clásico se siente más radical?
R.- Creo que estoy invitando a entrar en un nuevo territorio. Y eso puede ser un gesto radical, porqué no. Quizá es por eso por lo que estoy tan excitado.
P.- Esta muestra es una apuesta por la pintura-pintura, por la sensorialidad del color.
R.- Así es. Digamos que es una forma de negarme a esa idea de la muerte de la pintura, que además es un concepto puramente europeo. En China o Japón, por ejemplo, no existe tal concepto. Ellos nos enseñan que el arte necesita tres elementos para cumplirse: la vista, la mano y el corazón... Vivimos en un tiempo de confusión absoluta. Y eso tiene que ver con el poder de la televisión. A través de ella hemos creído ver la realidad, pero a través sólo de unas pocas imágenes consideradas como la totalidad de lo real.
P.- Una forma de control.
R.- Sin duda. Y en parte debido a la cámara única, que reduce mucho la perspectiva. Es decir: nuestra capaz de visión. Y eso sucede también con la fotografía, pero nadie se lo cuestiona ya.
P.- ¿Cómo ve el mundo ahora?
R.- Nací en el 37 y he vivido con intensidad la segunda mitad del siglo XX, así que he visto momentos duros de nuestro mundo. En todos los sentidos. Ahora vivimos un momento fascinante gracias a las nuevas herramientas digitales. Desde al arte al periodismo. En este último caso la profesión está cambiando la forma que tenemos los humanos de informarnos, de comunicarnos las noticias. Los periódicos acabarán desapareciendo y se convertirán en plataformas digitales... El poder de la información se irá deslocalizando. Y eso hará gravitar los centros de poder mediático. A los gobiernos les resultará muy difícil controlar la información y eso propiciará otras estrategias políticas. No todas buenas, claro. Mire la Primavera Árabe. Todo está cambiando y aún no nos hemos acoplado a la velocidad del cambio. Quizá estemos entrando en un momento de caos, pero saldremos.
P.- ¿El arte puede ser una herramienta de protesta?
R.- Sí. Creo en el poder del arte para convulsionar. Y con las posibilidades de internet, los iPhone y los iPad, todo será distinto. Imagino a Picasso o a Van Gogh ahora fascinados con las nuevas herramientas.
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